El Chorrillo, 16 de diciembre de 2017
Tocar un cuerpo nuevo
de mujer envuelto en la penumbra del sueño. Mansa dulzura la de la oscuridad y
su insinuado tesoro, allí donde todo es promesa y sinuosa imaginación. Cuando
ni las yemas de los dedos ni el trajín de las prendas toman parte, y todo es promesa
de rozar unos senos, maná en el desierto; un suéter negro en la tenue oscuridad
de un paraje vecino, el portalón de una finca donde acaso el marido sueña bajo
las sábanas. Era noche silenciosa sin grillos ni croar de ranas, un paraje de El
sueño eterno donde unos lejanos pasos huían hacia el horizonte de la noche.
Estaban por finalizar las cortesías y las manos habían tomado livianamente el
talle de ella para despedirse con el beso de rigor; pero quizás se demoraron
unas décimas de segundo sobre sus caderas a la espera de que en esa ínfima
fracción de segundo un ligero temblor en el cuerpo de ella dejara abierta la
posibilidad de la demora; quizás, no puedo asegurarlo.
Ese era el
escenario y las posibilidades que éste ofrecía eran amables, dulce de melocotón
para un paladar exigente. Ahora los mirlos y una urraca vienen a comer las
aceitunas del olivo frente a mi ventana. He dejado preparada la cámara sobre la
mesa. Estos días empiezan a aparecer pájaros de tránsito por nuestra parcela. Amigos
ellos de los que guardaré el recuerdo en los bytes de mi cámara mientras de
tanto en tanto levanto la vista del teclado ante el rumor de su aletear. Esta
mañana gorriones y carboneros, un agateador europeo, un petirrojo, una abubilla
que busca cobijo en nuestra buhardilla.
Lo que sigue es
puro ejercicio de imaginación, la gimnasia que lleva a tocar con los puños el
suelo mientras las piernas se mantienen rectas. Mantiene la tensión, escruta la
llegada de ese breve estremecimiento en la piel de ella; un paso más, obtener esa
breve afirmación tras la cual brotarán pequeñas primaveras. Sólo adivinar su
consentimiento, la anuencia como breve detonante, la llama prendiendo un
pequeño reguero de pólvora que pronto correrá alegre y chisporroteante
atravesando la noche. Pero cuidado, demoremos, sí, el instante; “donde no
puedas amar no te demores”, Frida Kahlo. No sirve precipitarse en la noche para
terminar en un grito temprano. Sirve prolongar el instante, las expectativas,
la duda todavía acaso de que su mirada no sea aún totalmente inequívoca, el momento
en que la puerta deje una clara rendija por la que se cuelen tantos encantos
que vendrán a refrescar tu cuerpo y a renovar la llamada de la selva atenuada
por el arte de un sofisticado erotismo. Ah, el arte de la espera y la
contención; el deseo tomado de las bridas mientras la noche generosa se abre de
par en par para que vuelvas una y otra vez a recrear en tu mente los ojos de su
anhelo, ahora anhelo compartido.
A este punto es
necesario volver una y otra vez, el catalizador de su mirada y su piel
estremecida. En las pequeñas oleadas que han de seguir, ésta es la norma. Saber
del deseo anónimo de la animala, Gonzalo Rojas; animal con animala, animala en
el animal transformada, San Juan de la Cruz, naturalmente. Y ahora las manos viajeras
de tu imaginación, “ah los vasos del pecho! ah los ojos de ausencia!, ah las
rosas del pubis!”, Neruda, por supuesto, adentradas en el paisaje dorado de las
cálidas dunas mientras la noche se ciñe espesa a tu alrededor susurrando
caricias sin límite, rozar el insólito paraíso. Animalas del mundo, sangre que
alimenta el mundo y los deseos; fugaz hechura de los mil sinónimos del amor y
el deseo. Abracadabra de nuestros sueños.
Del al pan pan y
al vino vino a la liturgia de la imaginación y los derroteros de las
sugerencias. La sugerencia, palanca, sistema de poleas sobre el que el deseo se
columpia; que alerta, insinúa, hace brotar la flor del anhelo y lo lleva en la
alfombra voladora del placer por los cielos de la noche; paso a paso, calor a
calor, suavidad a suavidad, estremecimiento a estremecimiento, caricia a
caricia, hasta ese desgarro final con que alguna animala de los Buendía despertaba
en las largas noches de lluvia a todos los vecinos de Macondo.
Pájaro carpintero |
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